Surge un río de ratas, no se de dónde río la rata surge y me sonrío de irme navegando. Me veo carcajeado burlado en el bullente caudal, chirriante, mordiente -dicen mis pies- que me saca de la nada que no he descrito y me lanza adelante. Veo al frente como se tiñe lentamente lo que creo y el dibujo se confunde en la ausencia de líneas. Me llevan más adelante, las ratas sobre sus espaldas sucias -cochinas, dice alguien, no se bien quién, alguien un poco al lado de mi oreja que gusta susurrar y que puede ser una rata. Quiero que sea una rata. Es una rata y se llama Crúor-. Crúor me toma de la mano y me lleva contra la corriente, el río se separa, no existe. Puro chillido y mordida es el río frente a su mano y la mía enlazadas. El costado del camino nos acoge y nos saca las vestiduras. Veo caer una túnica, una capa, un tricordio, un brazalete, una enagua dorada manchada con todos los colores, y manchada de rojo. Crúor me toma ahí mismo, sin susurrarme ya, sin nada más que una caverna frondosa en su entrepierna, un agujero que me traga completo y me tritura. Juguetean sus fauces y su lengua punzante en mis ojos, mis cabellos son quemados por el ácido que lo llena todo, soy regurgitado y vuelto a absorber. Parpadeo y es un animal salvaje que me grita, un animal como un perro, una flor, una tarta de frutillas dulces. Baila a mi alrededor pasándome la lengua por la lengua, tocándome las entrañas con sus manos que palpitan y colgándose de mi como si me poseyera, espíritu frenético que me explota encima como si muriera, con un grito y una mueca de dolor y placer que no pueden sino encantarme. Me deja inconsciente. En un momento siento todo saliéndome del vientre. Abro los ojos. Crúor está ahí y me sonríe, me alimento de su cabeza. Lloro frente al espejo que es el río hasta que de su cabeza no queda nada. Abandono el cuerpo a las ratas. Camino por senderos imposibles durante meses en los que no pienso nada, un largo hilo de saliva se extiende desde mi boca por todo el mundo y de él surgen otros como yo, uno o dos, no sé; puede que ninguno. El dolor se me hace insoportable, o demasiado exquisito. Ya no camino. Me quedó ahí inmóvil, como un árbol, móvil como un árbol. Comienzo a parir, durante semanas. De mi surgen ratas, todas las ratas, van saliendo desde mi pies, se forman, van juntas, dibujan un sendero o un camino sobre el camino del mundo. Miro a mi cuerpo desaparecer, volverse pequeño mientras las ratas salen y salen. Duermo un buen tiempo esperando que salgan todas, cierro mis ojos y ya no tengo piernas. Veo a Crúor y luego a mí.
Ya no vuelvo a abrir lo ojos.
1 comentario:
se está avinagrando en tu cuerpo todo el vino bebido en el camino del camino de las ratas, y sale de ti
menstruado
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