Maldigo de partida a los computadores sin tildes de mi trabajo. Comienzo una recopilacion un tanto egotista de textos repartidos en varios medios, combinados indistintamente con apariciones nuevas y, espero, frecuentes de discursos y sus similes. Maldigo de fin a los computadores sin tildes de mi trabajo.
Esto se conoce como "Moral".
La moral es una mera superchería estética, casi un juego paralogístico y subrepticio de mentes deseosas de una apología facilista en la cual ensalzar sus miedos como triunfos. Por supuesto, no intento una generalidad banal que al fin y al cabo terminaría siendo lo que acusa; sólo representativamente me refiero al concepto que tal vez termine advirtiéndose mejor en algún lenguaje de la tierra, en algún símbolo vetusto que pueda llegarnos por osmosis; como el caminar distinguido de un petirrojo en cortejo, las caras desahuciadas de sí mismas de los asistentes a un funeral o esa melancolía llana y vasta que encharca los espíritus al término de un proceso cualquiera; el resumen, el ápice vertiginoso, la mismidad del asunto de la moral se refleja en las máscaras terroríficas que danzan, como en un juego, asidas de sus extremidades, bamboleándose al vaivén de una música secreta y voluptuosa que termina estructurando un gran teatro flotante, una nube onírica en la que el deleite trascendental es la omisión. La omisión, el fragor dulce de la guerra de quimeras, la sensualidad irresistible de esos trajes que descubren los senos desnudos, los vientres, los muslos blancos y provocativos sólo con el objeto de ocultar el trasfondo; la verdad inalienable del corazón desnudo, cruel y sangriento; la paranoia imparable, el deseo como motor intransigente y omnipotente y neurotizante de una humanidad demasiado carne, demasiado humana para jugar juegos de deidades: nominalismo barato y expreso. Verdad sin verdades soportada por nuestra asquerosa compasión sin verdades. Omisión, fragor, sexo y carne; crueldad, hipocresía, neurotismo y sangre. Insoportable, desquiciante, deliciosa levedad del espíritu. Martilleo incansable de un Dios en un espacio imposible. Hermosura de heces con propiedades fálicas, con sensaciones de cráneos separándose en apologías insufribles de discursos con olor a jazmines. Oh dulce verdad inalcanzable, humanidad insurrecta y apopléjica de sonrisas y llantos. Me empapo de tus aguas enlodadas de animales putrefactos, te beso en la boca de dientes cariados y nauseabundos, abrazo tus extremidades de palo ya mutiladas, acaricio tu sexo enfermo y disfrazado. Todo lo que eres soy, todo lo que somos pretendo.
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