En la ciudad, a los hombres nos corresponde avanzar por muchos ritos. Tal es su cantidad que en las innumerables bibliotecas que recorren el subsuelo, en compañía de ratas y de esos seres opacos que hemos dado en llamar "guardianes", existen cordones enteros dedicados a listarlos y discutirlos. En las universidades se construyen facultades enteras para dedicarse a su estudio y producción. Llegar a ser un ingeniero en ritos es comparable a ser un malabarista, un sacerdote o un médico real.
Se cuenta, mediante murmullos y señales secretas, que las mujeres también tienen ritos parecidos, pero ese tema nos está tan vedado, que los pocos que se animan a perseguirlo son marginados como si se tratara de niñatos insolentes. La persecución de objetivos banales debe ser necesariamente una operación solitaria, una caza egoísta y, ojalá, mortal. Ese es uno de nuestros ritos.
También se comenta (o más bien se encuentra instalado como un cáncer en la profundidad de nuestra memoria) que la superación de los ritos supone una ascensión, una escalada en un panteón incógnito y milenario. Todos secretamente buscan este camino, pero nadie ha confesado hallarlo. Yo no lo haría.
Los ritos determinan nuestra vida desde la concepción. Hay algunos que obligan a ciertos padres a abandonar sus crías al pie de un río de tonos verdosos el primer día de primavera inmediatamente posterios a su nacimiento. Los que sobreviven por sí solos conforman una casta ubicable en lo más bajo de nuestra escala social, pero que sin embargo cuenta con beneficios por los que muchos otros han cometido crímenes inefables. Ellos son los Guardianes y, nadie sabe cómo ni por qué, llevan en sus hombros más conocimiento de las bibliotecas y de los ritos que nadie. Una de las líneas de nuestra historia conjetura que son de su autoría los ritos fundacionales, y que existen como seres que, por una convergencia de silencios y oscuridades, están un poco más allá y más acá de la humanidad.
Hay ritos que condicionan la cantidad de líquido permitido a la semana, la forma de matar a un animal en un día específico del año, incluso alguno define los pensamientos exactos que se deben tener la mañana de un domingo, en orden y color implacable; muchos ritos conducen a la muerte, o a la desesperación suicida de no poder cumplirlos.
Simone Xenakis, uno de los ritólogos más grandes de nuestra época, (cabe aquí mencionar que el primer hijo de la novena familia en jerarquía de cada cuarenta años, se convierte necesariamente en el gran ritólogo de nuestra época) aventura que hay al menos trescientos cincuenta mil ritos identificables, más de veintinueve mil por cada una de las puertas de la biblioteca dodecaedral, y que en un nivel más sutil, en un sótano quizás de la casa más humilde de la ciudad, se encuentran especificados, hasta en el más mínimo detalle, cada uno de los pasos y miradas de cada una de las personas, cada aullido de cada animal y cada brillo de todos los puñales del presente y del futuro; incluso existiría un documento en que se cifre la existencia del rito responsable de la existencia de ese documento mismo, como una escalera infinita, un dibujo imposible de todo lo que fue y será.
3 comentarios:
Изумительная новость, как скоро ожидается поступление обновлённого материала и вообщем стоит ожидать ?
Que interesante recorte de la realidad. Me gusta cómo escribes.
gracias, hace mucho que no venía nadie que no fuera un bot.
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