jueves, agosto 21, 2008

Creación

Mephisto said: you can only shape yourself by your own action. You must keep on creating. Only during the creation, the model of the mysterious beauty would recur. Everything has to start from nothing, from listening to the rhythmical sound in the darkness… You won’t be able to be God of endless spiritual experience. The attracting mind, the saddest appreciation, the obsessed abhorrence, the pleasant disgust, all won’t be able to change you. You'll finally find out: what you are will eventually be what you are...

----Faust

creación

martes, junio 03, 2008

Forclusión

Del rechazo de un significante primordial. (Texto pretérito relacionado con la lectura de un texto de Lacan en el metro. Creo que ajusta y aprieta.)


De cualquier forma, el frío de hoy es increiblemente agradable y solo me dan ganas de vivir sobre un arbol y esperar.
Pero qué y porqué?
Porqué motivo el remolino incipiente de ideas y sensaciones se agolpa y enmaraña en algo que creo podría interpretarse como abertura a lo cotidiando, como praxis inevitable, como tajo innominable en la sádica y maquiavelica forma de girar de la bendita rueda infinita, de la malsana serpiente cíclica que nos envuelve de una u otra forma en el pensar i/lógico, que nos termina separando de la paradoja, de la afirmación de ambos términos a la vez, de el "tirar" hacia dos lados al mismo tiempo sin miramiento ni contemplaciones que escapen al impulso mismo, al "ello" como sapiencia, orden formal y agente del correlato mimético del ego-yo (Un mellizo preñado de delirio. El día y la noche.), como desorden estructural y dislocación de los enunciados? Es como si el mensaje que envio y el trasfondo del mismo se fundieran para formarse en algo que realmente no es, como si las particulas entre los 2 interlocutores estubieran manchadas de algo que no puedo definir, de algo que no debe ser definido pero que hace tanta falta.



La verdad ya no sé si realmente no sé, la realidad se me deforma de cuando en cuando como si centenares de prismas me atacaran malintencionadamente... saber o no saber... ya no sé si ese es el dilema o todo pasa por algo mucho más orgánico, algo con mucho más sabor a manjar y a mermelada de frambuesa, a baba de caracol en la hoja o a la hoja y la baba y el caracol como un ente único, inseparable, como si no pudiera vislumbrarse algo sin lo otro y cualquier cambio en el fondo o la superficie o el grueso de la estructura mandara todo inmediatamente abajo, a cuajarse en quién sabe qué dilema o alegría...
Sabrás tú?

miércoles, mayo 14, 2008

Lo real

Hoy pensé en la increíble cantidad de cosas que desperdicio desde el punto de vista literario. Mi relación con Daniela, por ejemplo, es riquísima en poesía, la literatura se nos escapa por las orejas, brota de nuestros dedos, deseosa de ocupar el mundo; sin embargo la dejo ir. Engrandezco el momento y me inundo del acto, lo vivo completo, me abandono a su cadencia pero al momento de volver a la realidad no dejo una prueba en el mundo, no me decido a dejar, como decía Miller, "una cicatriz en el mundo".

Antes solía asegurar que mi deseo de trascendencia era nulo. Que la imposibilidad de no existir, de no ser en un futuro, volvía baladí el deseo de transgresión de la órbita propia. Sólo el reconocimiento y engrandecimiento del self serviría a los motivos de "llegar a ser el que se es", la aspiración de trascendencia a nivel histórico, exterior, sólo era una expresión deleznable de un egotismo infinito, a la vez una replicación de los deseos de superación de la imagen paterna mediante la construcción de un yo idealizado y puesto en escena como un símbolo, reemplazando la realidad personal invariablemente dirigida a la muerte y el olvido. (cuando hablo de la imposibilidad de no existir, lo digo casi desde un punto de vista físico, a la manera de "La Nausea" de Sartre)

Las culturas occidentales son las únicas en las que el yo permanece como parte importante de la realidad, la ecuación chomskyana del sintagma nominal+sintagma verbal+objeto resultando en la diferenciación figura/fondo, la puesta en crisis de la realidad para la aparición del yo, brotando desde la superficie en tensión e intentando dominarla. El induísmo ni siquiera tiene un vocabulario para referirse al yo, para nombrar el sujeto se debe recurrir a 6 sujetos distintos, el Kartr como soporte, Karman como objetivo, Karana como instrumento que lleva al resultado, Sampradaña como destinatario al que se liga el objetivo, Apadana como origen y Adhikarana como locación. Todo eso es reemplazado en el egocentrismo occidental por un YO, gigante, aplastante. ¿Será entonces necesario un desplazamiento del deseo de trascendencia desde el yo-sobrevivo hacia el yo-hago-sobrevivir?

Al eliminar el yo de la trascendencia lo que supera las barreras es superior a él, es una sustancia más pura y libre, puede juguetear con los albores de la creación y la poesía sin ataduras mortales, sin lastres humanos, sin cadáveres, cáscaras de un self inutilizado por la influencia de lo real, de la razón, de la ciencia, de la palabra. Pero eliminar el yo ¿En qué medida es posible?

Artaud ya lo intentó con el renacimiento, la elección del momento de nacer, del nombre, del padre, del cuerpo, de la familia. Pero necesitó suicidarse para hacerlo, inmolarse en el opio, la locura, la crueldad y finalmente se estrelló contra la pared de su individuo, despertando la misericordia de los cuerdos en una actuación final formidablemente terrible, donde bajó del dios-mago, del loco-genio a la decrepitud del anciano adicto y neurótico. El suicidio de la imagen por la prolongación de la obra, el renacimiento elegido para poseer la muerte, morir para que la obra renazca a su elección. Es entregar la vida, más bien es crearla a partir del suicidio. Expresión más pura y bella de la facultad creativa del caos y la destrucción.

Aun si llego a esa respuesta no puedo dar pasos seguros. La creación de un objeto artístico autónomo mediante la vía del suicidio es un acto final, un cierre a la existencia. Para poder expresar lo que vivo día a día necesito ser, al menos, el receptáculo de las experiencias. Jamás renunciaría a vivir, mi existencia es demasiado grande y mágica y hermosa como para acabarla en un objeto, como para expresarla en palabras. Hay estados de tal paroxismo poético con Daniela que no podemos sino llorar de felicidad, darnos de golpes contra las paredes y abrazarnos hasta enrojecer. A veces creo que debemos matarnos el uno al otro, que no hay en la vida algo tan grande como para equipararlo y nombrarlo en relación a esto, no hay metáfora posible; el signo se escapa, sólo se adquiere mediante intuición, es como un bosque lleno de ojos nocturnos, es la noche estrellada de Chesterton, un tótem simbólico que no remite a ninguna figura psicoanalítica, es vivir, vivir totalmente liberados, sonrientes, peligrosos, lejos de la realidad, en un estado mental alienado, maravillozo, surreal.
¿Podemos volverlo real por la palabra? ¿Debemos?

Un sueño: La intensidad que te ilumina al abrir los ojos tiene matices azules, suaves, penetrantes que parecen nacer desde el cuerpo nimbado en el que te ves habitando. El lejano viento juega presuroso con la cabellera, que recien reconoces y ya comienzas a extrañar, con la certeza lúcida del que conoce su futuro por un método incógnito. Tus extremidades, como infinitas sábanas agitadas por el tiempo, se extienden fuera de tu control recorriendo campiñas y bosques, sumergiendose en el mar para coquetear con las silentes anémonas, escondiéndose detrás de las rocas para meter de sorpresa sus dedos en las bocas de los delfines, emergiendo de un salto hacia el cielo para refrescarse con el aleteo del sol en sus cuerpos níveos. Tus ojos, ahora perdiendo la transparencia que los fundía con el índigo, se empecinan, un poco a regañadientes, en crear las murallas que acortan tus miradas, definiendo los hilos que se pegan a tu cuerpo y se tiñen de carmín, de ocre, de glauco en la consciencia del color que refleja el destello encegecedor del sol.

viernes, abril 25, 2008

Servicio de Urgencias de la Universidad de Chile

La sala de espera duerme en un estoicismo resignado, al son del compás monótono de una impresora que, sin jamás detenerse, llena los bonos con datos casi sin importancia. Cuerdas invisibles se adivinan brotando desde las sillas y envolviendo a sus ocupantes, apresándolos en la impotencia del que tiene todo que perder. El lugar lleva un escudo discreto de la Universidad de Chile en su fachada, la palabra “Urgencias” lo acompaña en un azul deslavado y triste, como las paredes y el piso, como los rostros y los ánimos.
Dos filas nacen desde las ventanillas empotradas en una esquina y terminan a una distancia de diez personas más allá. La atención es por orden de llegada repite al mismo ritmo de la impresora una señorita de verde. Las palabras chocan con los ojos de los pacientes que se saben últimos y que intentan no escuchar, los otros los levantan como si se arremangaran las camisas y comienzan ya a ser parte de otro grupo, del mundo al otro lado de la puerta de espera.
Una anciana cuenta animada a una joven rendida que la juventud ya no respeta, que los viejos saben tanto y que ella cuando joven tampoco lo creía, pero que la vida se lo había mostrado tantas veces ya; que le contara no más sus problemas, ella era una tumba y además tenía Alzheimer, asimismo era tan vieja y honesta y buena. La joven se viste con una sonrisa de hastío, abandona el cuaderno en el asiento de al lado junto con sus esperanzas de seguir estudiando, y se pone a contarle lo del dolor de cabeza y el stress. El cuadro es casi una caricatura.
Cruzando el delgado pasillo que separa a los adultos de los niños el silencio es mayor. Aquí la impresora y la señorita de verde apenas se escuchan, las madres mantienen a sus hijos bien pegados al cuerpo, contemplándolos con ternura como si replicaran algún lienzo de Rafael. De pronto alguna siente la necesidad de hacer un comentario y las voces de todas comienzan a sumarse y el clamor a crecer, algunos niños en ese momento se arrojan al piso, libres ya del abrazo amoroso y empiezan a caminar, a entablar relaciones fugaces con los que comparten sus dolencias, mientras los mas enfermos se alojan aún en los regazos tibios y miran el acto con desconfianza y cierta envidia.
Una señora se levanta de su asiento cuando en su rostro lo que se eleva es la indignación. Camina decidida y golpea una puerta con su retoño de la mano; el niño no tiene más de dos años, lleva un gran parche blanco en la cabeza y un rostro entre curioso y aburrido. La mujer que aparece por la puerta está bien vestida y se identifica como la asistente del pediatra. La señora con el niño del parche le explica que la semana pasada pago cuarenta y cinco mil pesos para ponerle un pegamento a la herida de su hijo y mire ahora como está de abierta. La asistente le cuenta con frialdad que la opción es volver a realizar el procedimiento pero que tiene que pagar nuevamente. La señora ya desesperanzada parece que está entre llorar y gritar porque cómo va a pagar eso, que ella no tiene, no alcanza, no puede.
Los clamores del resto se callan por un instante, las miradas se posan en la escena mientras las manos dan la impresión de apoyarse en los hombros y la sala completa se suma en silencio al reclamo, hasta la impresora parece haberse trancado por un segundo. La asistente bien vestida parece disminuirse y apagarse de a poco. Da media vuelta rápido y dice que ya, que pase no más, veamos con el doctor qué podemos hacer. Las conversaciones se reaniman como si nada hubiera pasado, hasta con un poco de recelo por la señora que entró antes que ellas, porque en este país nunca nadie escucha con querer y nadie siente pena por el que ya cruzó por la puerta. Al otro extremo del pasillo la impresora seguía en el mismo tono, en el mismo ritmo y la señora del Alzheimer comenzaba su historia nuevamente, en el mismo tono, en el mismo ritmo.

sábado, abril 19, 2008

Las palabras, nuevamente...

Tal vez la bala certera que terminará con la pregunta...

.. Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola...Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada...


tal vez...

martes, abril 15, 2008

Portishead

Me desprendo aquí de mi, a veces, enervante costumbre de negarme a escribir, o publicar, si no es un tema de extrema importancia o un dulce descubrimiento que el azar me ha puesto al frente una noche desvelada. Aunque en realidad el último requisito si se cumple... y es que pillarme a media noche con el disco nuevo de Portishead es a la vez una casualidad desequilibrante y un trabajo extenuante que da para muchos caracteres de comentario apasionado. Ahora me limitaré a dejar una canción... el sueño me acorrala y vence lastimeramente... me disculpo ante el disco...

miércoles, abril 09, 2008

Moral

Maldigo de partida a los computadores sin tildes de mi trabajo. Comienzo una recopilacion un tanto egotista de textos repartidos en varios medios, combinados indistintamente con apariciones nuevas y, espero, frecuentes de discursos y sus similes. Maldigo de fin a los computadores sin tildes de mi trabajo.

Esto se conoce como "Moral".




La moral es una mera superchería estética, casi un juego paralogístico y subrepticio de mentes deseosas de una apología facilista en la cual ensalzar sus miedos como triunfos. Por supuesto, no intento una generalidad banal que al fin y al cabo terminaría siendo lo que acusa; sólo representativamente me refiero al concepto que tal vez termine advirtiéndose mejor en algún lenguaje de la tierra, en algún símbolo vetusto que pueda llegarnos por osmosis; como el caminar distinguido de un petirrojo en cortejo, las caras desahuciadas de sí mismas de los asistentes a un funeral o esa melancolía llana y vasta que encharca los espíritus al término de un proceso cualquiera; el resumen, el ápice vertiginoso, la mismidad del asunto de la moral se refleja en las máscaras terroríficas que danzan, como en un juego, asidas de sus extremidades, bamboleándose al vaivén de una música secreta y voluptuosa que termina estructurando un gran teatro flotante, una nube onírica en la que el deleite trascendental es la omisión. La omisión, el fragor dulce de la guerra de quimeras, la sensualidad irresistible de esos trajes que descubren los senos desnudos, los vientres, los muslos blancos y provocativos sólo con el objeto de ocultar el trasfondo; la verdad inalienable del corazón desnudo, cruel y sangriento; la paranoia imparable, el deseo como motor intransigente y omnipotente y neurotizante de una humanidad demasiado carne, demasiado humana para jugar juegos de deidades: nominalismo barato y expreso. Verdad sin verdades soportada por nuestra asquerosa compasión sin verdades. Omisión, fragor, sexo y carne; crueldad, hipocresía, neurotismo y sangre. Insoportable, desquiciante, deliciosa levedad del espíritu. Martilleo incansable de un Dios en un espacio imposible. Hermosura de heces con propiedades fálicas, con sensaciones de cráneos separándose en apologías insufribles de discursos con olor a jazmines. Oh dulce verdad inalcanzable, humanidad insurrecta y apopléjica de sonrisas y llantos. Me empapo de tus aguas enlodadas de animales putrefactos, te beso en la boca de dientes cariados y nauseabundos, abrazo tus extremidades de palo ya mutiladas, acaricio tu sexo enfermo y disfrazado. Todo lo que eres soy, todo lo que somos pretendo.

Hipocrecía

La pregunta por el sentido vuelve una y otra vez, rezongando siempre y exigiendo una atención difícil de otorgarle, difícil de no... Y es ahí donde aparece el giro secreto y la homologación de los papeles, el algebra se revienta en una furia infranqueable como si de esfera sin superficie se tratara, es entonces, en aquel punto, en la perdida del sentido por la búsqueda del sentido, en esa cima que gusta desaparecer cuando se la alcanza, esa cima que corona una montaña imaginaria apoyada en el mundo no más real, cuando te desollas la cabeza en furia y desespero, porque ves que el piso desaparece bajo tus pies cuando intentabas aprehender sus formas, ves la maraña de identidades que llamamos realidad como un dibujo de niños en tu cabeza y la simpleza se vuelve de golpe inexpresable, y la palabra te pone (riendo) un bozal de perlas, y no te queda mas que cerrar los ojos y avanzar de memoria los caminos ya conocidos, escuchar por costumbre las cigarras en su baile infinito, los gemidos sin fuente ni intención reconocible, poco a poco ir dibujando un mundo que dibuje una realidad que te dibuje a ti mismo. Para por fin atreverte a abrir los ojos y, porque no, sonreír.