martes, septiembre 08, 2009

Bitácora de extraña #1

La lengua se mantuvo amarga durante mucho rato. Las risas llegaron rápido, nadie muy seguro de qué las producía. En la mesa, una chicha y un mezcal acompañaban las horas de quienes reían en otra frecuencia, en un paso un poco más lento u opaco del que nos hacía a nosotros vibrar. Dejaré de momento el plural para lanzarme al yo, después de la risa el nosotros no fue algo tan apreciable como para atreverme a darle un lugar.
La música fue siempre un elemento de duda, no sabía si era mi cabeza o las bocinas, podría haber sido también la lluvia, después entendería que era todo eso un poco sumado, o restado de... El punto es que me fui a la pieza escapando de las luces, intenté escribir algo en el computador o poner una melodía distinta pero la luz se enemistaba conmigo o jugaba a enemistarse y me hacía las cosas imposibles. Llegaron varios con un dispositivo que producía colores y formas a mi contacto, me mantuve interactuando con él durante lo que sentí horas, probablemente fueron minutos. La música duraba entre 4 y 5 minutos pero era todo un universo en mis sentidos y me perdía la noche en ese ir y venir cadencioso y agradable. Me lancé a la cama, buscando refugio de la luz amarilla, ordenando mis pensamientos que nunca me abandonaron, pero sin poner resistencia a las visiones magníficas que comenzaban a gestarse.
La lengua pasó de amarga a inútil, los ojos no paraban de lagrimear, mi nariz se mojaba sin desbordarse y mirando al cielo respondí que estaba bien, que veía una estela detrás de mis dedos y que mis ojos estaban abiertos, aunque ellos no lo notaran. Los músculos de mis brazos dolían un poco, cada vez menos hasta casi no estar ahí.
Alguien encendió la luz y pude ver las líneas de las cosas vibrando, pedí que todo quedara así un momento y mi visión pasó de la vibración a una división horizontal constante, así como un filtro sobre la televisión que separara todo en líneas delgadas y muy unidas. Me acompañaron en la cama, cada uno en sus preocupaciones. Ahí comencé a sentir cómo los sonidos rebotaban en todas las cosas al mismo tiempo, cómo todo palpitaba al unísono y la invariabilidad del tiempo presente, el estar en una existencia inmensurable y simultanea con todo, devenir de las posibilidades en el instante único e irrepetible. Intenté enunciar esas palabras (más una confirmación que un descubrimiento) pero no lograba nada, frases sueltas y crípticas frente a la mirada comprensiva de una compañera.
Ahí decidí probar algunas cosas. Me alejé de la cama, casi arrastrado, y con mucha dificultad llegué al living, inevitablemente giré y giré, intentando alcanzar los reflejos y las sombras que se me aparecían en todos lados: siluetas circulares, como jarrones de sombra, humo de cigarrillo indeleble que me dediqué a seguir con ansias, el sonido de la lluvia que se volvía vibración en mis ojos.
Llegó alguien con hierba y jugó a lanzarme el humo cerca, lo que agradecí porque aun no experimentaba totalmente con mi olfato, sentía las hojas en mi lengua acompañadas de un poco de tierra, pero no tuve ganas de fumar. Intenté escapar un poco, un par de segundos, en ese momento entraron 2 por la puerta y alguien prendió la luz justo en el momento en que unos labios fueron posados apenas un mínimo un instante sobre los míos. La conjunción de sensaciones produjo una especie de túnel de luz que me mandó proyectada la visión varios metros más atrás.
Volví a la cama, en busca del calor de la música. Logré poner un par de canciones, hablamos un par de minutos sobre lo que íbamos sintiendo y todos pasábamos por cosas muy distintas, lo único común era el efecto musical así que nos arrojamos nuevamente en la cama, dedicándonos a escuchar.
Yo, comencé a fumar tabaco mentolado insistentemente, sentía como si lo estuviera mascando y era bastante agradable. También dediqué mi tiempo a oler, me pegué al cabello, a la piel, las manos, el humo, olía y fumaba y me remecía con la música cada vez en un tono más potente. Pasado lo que sentí como varias horas decidí que era tiempo de probar algo distinto. Me levanté, arranqué mis calcetines y les dije: vamos afuera, no podemos desaprovechar la lluvia y la tierra. Y así nos fuimos, torpes y descalzos.

1 comentario:

toncy dijo...

y estiras, estiras y doblas sobre sí mismos los límites de la percepción. qué rico cómo lo haces.