miércoles, septiembre 16, 2009

Bitácora de extraña #4

Consecuencias, consecuencias. Hay una dificultad irrenunciable cuando intentamos mover un objeto cualquiera, no hablaré de grados ni fórmulas, la física es un lugar que frecuento pero no domino. Hay algo irrenunciable, inenarrable, en el acto mismo de modificar la abertura de mis labios para pronunciar una palabra cualquiera, mover el aire en oleadas constantes que mecánicamente produzcan un sonido, un gritoplegarialamento que puede tanto significar como perderse en el vacío, el inevitable vacío de empujar un objeto cualquiera sin enunciar su objetivo; por mera aproximación alegórica es la etiqueta sobre el nombre lo que nos entrega el mensaje sobre la acción. La acción se pone en marcha entonces, a partir del movimiento del dedo, del vibrar del aire que sale de mi lengua húmeda y tímida, del impulso nervioso que acciona el gatillo extensivo a todo mi cuerpo.

Entonces está hecho, tenemos un acto, tenemos una palabra, un beso, un grupo de flores pisadas, una polilla agónica, el ronroneo de un gato, un gemido de placer, un gemido de rabia, un gemido de esperanza, treinta y seis situaciones posibles en una hoja de papel en blanco, trescientos cincuenta y seis orgasmos por todo el cuerpo, la contemplación silente de la vibración que produce el sueño en los ojos de una persona, ese temblar de labios que precede al encuentro con otros labios largamente deseados.

Tenemos el deseo, la acción, la palabra, la hoja en blanco y una serie de límites en los que la estructuración del discurso debe darse de una manera medianamente satisfactoria, a menos que no queramos significar, o intentemos significar aquello que no queremos significar, lo que sería un contrasentido delicioso y difícilmente cierto.

Hay 3 peligros fundamentales en todo esto:

- Los hoyos negros.

Están ahí, al alcance de la mano e invisibles. Basta poner mal una letra y la narrativa se va al carajo, al punto de fuga, a la tipología desinteresada (como si fuéramos agrimensores) de un autómata eficiente.

- La libido

No diré mucho con respecto a este tema, todos quienes lean sabrán bien a lo que me refiero. Para ilustrar: aquella fuerza que resalta la adjetivación a niveles insufribles (ya sea por abundancia o parquedad), aquella que nos lleva a escribir textos crípticos a las 3 de la mañana, intentando darles matices concretos pero terminando en una madeja inexpugnable de giros argumentales y peticiones de principio. Calentura literaria, o no tanto.

- Los osos polares

Son blancos, gordos y tiernos. Por más ligera que sea mi descripción creo que los caracteriza bien, después de todo, que sus pelos sean transparentes, que asesinen orcas y que su peso esté bien equilibrado no le importa a nadie. Lo fundamental es eso: blancos, gordos y tiernos. Tanto modifican la realidad que me vi obligado a poner uno en esta tríada y, aunque el sentido se dibujó difuso después de aparecer la forma, considero que en un nivel bastante retorcido, es lo que más sentido hace de todo esto.

- Entonces, ¿de qué consecuencias me hablas? y ¿qué tiene esto que ver con las anteriores bitácoras?

Buen
amigo, no ha habido anteriores bitácoras.

1 comentario:

PL dijo...

La performatividad