jueves, octubre 30, 2008

Comunicación


La delicada línea que limita mis labios se aproxima a un movimiento. Comienza pensándolo, especulándolo, madurándolo lentamente. Las fuerzas las junta no sabe de donde pero se acercan y se acumulan juguetonas en torno a una porción de piel, a un músculo perezoso que comienza a animarse con la fiesta; que levanta sus brazos diminutos y se saca la modorra de los ojos lo más rápido que puede, mientras intenta escuchar las conversaciones y cánticos que ya están que desencadenan el baile, dando la impresión de que está todo como apunto de caerse por un precipicio. Los vecinos se despiertan asustados y, una vez enterados de todo, comienzan a embutirse en calcetines y faldas y pantalones y camisas con arrugas, mientras el tiempo ya no alcanza ni para ponerse un poco más de la colonia nueva que nos llegó del Asia Pacífico quién sabe cuando, pero que igual permite que nos perciban a cuadra y media de distancia las narices menos expertas. Las luces de la manzana se van prendiendo como si de bomba atómica se tratara con neutrones de aquí para allá, quién sabe por qué estimulo divino. El punto es que ya todos están despiertos y empolvados y en sus zapatos; todos aproximándose vertiginosamente al movimiento que nunca sabemos en que va a terminar. Se alistan los simulacros de sonrisas, los pasos de baile están a punto de ser dados y la expectación en todos lados es tanta que casi, casi se nos desmaya uno que otro y Luchito que no puede más y que va a pedir agua, pero nadie pide nada porque la línea ya está vibrando, apunto, apunto, apunto de moverse y todos al borde del llanto y la histeria hasta que nadie aguanta más y nos movemos todos. Casi al mismo tiempo y en diferentes direcciones estallan risas, llantos, bailes, caídas, toses, eructos, besos, caricias y etcéteras conformando una de danza clásica que ya te quisieras. Luchito que pide el agua y Pancha que hace la que no sabe, en tanto Luís y Fermín se ven separados por distancias infranqueables mientras a la línea ya no hay quien la pare en su movimiento febril y que nadie-pero-nadie entiende pero que tú y yo sí. Y tú me miras mientras pronuncio tu nombre lentamente. Ves la gota de sudor cayendo por mi rostro, el cansancio increíble de mis ojos por el esfuerzo sobrehumano de conjurarte. Y de pronto entiendo que entiendes. Me relajo y se relajan y todos entendemos que entiendes. Que la palabra te crea y nos crea frente a ti que no necesitas de esas cosas, que simplemente te me vienes encima con un beso dulce y casi irreal. Y te miro y nos entendemos, sé que nos entendemos.

1 comentario:

Rigoberto Gonzales dijo...

Dos cosas que no y una que sí.
No me gusta eso de "pronunciar un nombre lentamente". Como que no puedo imaginármelo sin que sea como ridículo, entonces la idea de la gente que se aprestaba a bailar me parece ridícula.
Sí me gustó, por le enredo y por le agua.
No puedes usar la palabra "crea" dos veces seguidas en época de elecciones.


besos.